Oración por la paz de San Juan Pablo II
Dios de nuestros padres, ¡grande y misericordioso!
Señor de la vida y la paz, Padre de todos los hombres.
Tu voluntad es la paz, no un tormento.
Condena la guerra y derroca el orgullo de los violentos.
Enviaste a tu Hijo Jesucristo para predicar la paz
a los que están cerca de Él y a otros que no lo están tanto,
y unir a todas las razas y generaciones en una sola familia.
Oye el grito de todos tus hijos, motivo de angustia de toda la humanidad.
Que no haya más guerra, esta mala aventura de la que no hay vuelta atrás,
que no haya más guerra, este torbellino de la lucha y la violencia.
Haz que se detenga la guerra (…)
que amenaza a tus criaturas en el cielo, en la tierra y en el mar.
Con María, la Madre de Jesús y la nuestra, te rogamos,
habla a los corazones de las personas responsables de la suerte de las naciones.
Destruye la lógica de la venganza
y danos a través del Espíritu Santo ideas de nuevas soluciones, generosas y nobles,
en el diálogo y la espera paciente,
más fructíferas que los actos violentos de la guerra.
Padre, concede a nuestros días los tiempos de paz.
Que no haya más guerra.
Amén.
La oración del papa Juan Pablo II por la paz tiene la fuerza de quien fue un gran pacificador del siglo XX.
La contribución de Karol Wojtyla a la caída del comunismo, el reconocimiento de los derechos de los trabajadores, la valoración de cada vida humana y en general a la justicia es reconocida hoy en los más diversos ámbitos.
- Pronunciada en ocasión de su último viaje a Siria y Tierra Santa -
Dios de infinita misericordia y bondad, con corazón agradecido te invocamos hoy en esta tierra que en otros tiempos recorrió San Pablo y proclamó a las naciones la verdad de que en Cristo Dios reconcilió al mundo consigo.
Que tu voz resuene en el corazón de todos los hombres y mujeres, cuando los llames a seguir el camino de reconciliación y paz, y a ser misericordiosos como Tú.
Señor, Tú diriges palabras de paz a tu pueblo y a todos los que se convierten a Tí de corazón.
Te pedimos por los pueblos de Oriente Próximo. Ayúdales a derribar las barreras de la hostilidad y de la división y a construir juntos un mundo de justicia y solidaridad.
Señor, tú creas cielos nuevos y una tierra nueva.
Te encomendamos a los jóvenes de estas tierras. En su corazón aspiran a un futuro más luminoso; fortalece su decisión de ser hombres y mujeres de paz y heraldos de una nueva esperanza para sus pueblos.
Padre, tú haces germinar la justicia en la tierra.
Te pedimos por las autoridades civiles de esta región, para que se esfuercen por satisfacer las justas aspiraciones de sus pueblos y eduquen a los jóvenes en la justicia y en la paz.
Impúlsalos a trabajar generosamente por el bien común y a respetar la dignidad inalienable de toda persona y los derechos fundamentales que derivan de la imagen y semejanza del Creador impresa en todo ser humano.
Te pedimos de modo especial por las autoridades de esta noble tierra de Siria. Concédeles sabiduría, clarividencia y perseverancia; no permitas que se desanimen en su ardua tarea de construir la paz duradera, que anhelan todos los pueblos.
Padre celestial, en este lugar donde se produjo la conversión del apóstol San Pablo, te pedimos por todos los que creen en el evangelio de Jesucristo.
Guía sus pasos en la verdad y en el amor. Haz que sean uno, como tú eres uno con el Hijo y el Espíritu Santo. Que testimonien la paz que supera todo conocimiento y la luz que triunfa sobre las tinieblas de la hostilidad, del pecado y de la muerte.
Señor del cielo y de la tierra, Creador de la única familia humana, te pedimos por los seguidores de todas las religiones.
Que busquen tu voluntad en la oración y en la pureza del corazón, y te adoren y glorifiquen tu santo nombre. Ayúdales a encontrar en Tí la fuerza para superar el miedo y la desconfianza, para que crezca la amistad y vivan juntos en armonía.
Padre misericordioso, que todos los creyentes encuentren la valentía de perdonarse unos a otros, a fin de que se curen las heridas del pasado y no sean un pretexto para nuevos sufrimientos en el presente.
Concédenos que esto se realice sobre todo en Tierra Santa, esta tierra que bendijiste con tantos signos de tu Providencia y donde te revelaste como Dios de amor.
A la Madre de Jesús, la bienaventurada siempre Virgen María, le encomendamos a los hombres y a las mujeres que viven en la tierra donde vivió Jesús. Que, al seguir su ejemplo, escuchen la palabra de Dios y tengan respeto y compasión por lo demás, especialmente por los que son diversos de ellos.
Que, con un solo corazón y una sola mente, trabajen para que todo el mundo sea una verdadera casa para todos sus pueblos.
¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!
Amén.
. San Juan Pablo II